martes, 5 de febrero de 2008

Concejos básicos para ser un Rockstar




Un travesti se enrumba solo en una finca y, al día siguiente, en tanga y tacones, sale de la casa, camina hacia el prado y con el sol amarillo de la tarde sobre sus ojos abre las piernas y empieza a orinar sobre el pasto. Un tipo joven va a una fiesta a emborracharse hasta no poder más y termina tirado en el suelo, vistiendo unos shorts y una camiseta de algún equipo de fútbol, vomitando una mezcla de liquido rosa y confeti. Un travesti santero juega semidesnudo en frente de un espejo, y, con las vírgenes y los santos como testigos, ve gotear su semen sobre su reflejo. Un hombre que bien podría ser un doble de Freddy Mercury, se resbala en su ducha y muere desangrado. Todos estos personajes tienen un mismo nombre, todos ellos son una misma persona, todos ellos son Guillermo Riveros, autor de la exposición fotográfica Corrupta, la que muchos pudieron visitar en la Galería Santa Fe en el marco del Festival Fotográfica, acompañado de figuras de la fotografía como Goicolea, Echeverri, Helnwein, Freisager entre otros.

Guillermo Riveros parecería haber inspirado el nombre de la banda The Whitest Boy Alive. Los puntos mas oscuros de su piel son sus tatuajes, diseñados por él mismo y de los que habla con más orgullo que de su obra. El último que se hizo, antes de irse a la Universidad Parsons de Nueva York para estudiar Ilustración después de ganarse una beca, fue una sirena que podría ser la hermana malvada y contrahecha de Ariel. Guillermo es gay, no tiene problema en decirlo, de hecho Corrupta está nutrida de ese imaginario de homosexualidad que la sociedad ha creado y que para él representa un material estético bastante interesante y fértil. Las diez fotos que componen la exposición están plagadas de estereotipos gay, o mejor aún, de parodias de lo que la gente entiende como la estética gay. No es de extrañarse que deteste ir a bares gay, los únicos sitios que le interesan son los bares de travestis de la Caracas porque “recaen en unos clichés y en unos símbolos culturales estéticamente mucho más interesantes. La rumba gay en Bogotá ha caído en una normalización y en una heterosexualizacion”. Dice que sería interesante un sitio de rumba para lesbianas calvas, o sitios sado o fiestas leather. Supongo que tiene razón. Su novio afirma que “lo suyo es quedarse en una casa, bebiendo, hablando de pendejadas”. Y si, oírlo hablar de pendejadas es una experiencia bien divertida, como oírlo hablar de la farándula colombiana:“¿que putas se cree Naty Botero? Canta horrible y habla como si fuera de Mayorca” o pedirle que explique su teoría de que todas las películas de terror gringas de los noventa son un fiel reflejo de la moralidad norte americana: “¿Nadie se da cuenta de que la virgen boba y buena es siempre la única que sobrevive?”.

Corrupta nació después de que Jaime Cerón le ofreciera la oportunidad de exponer en Fotográfica. “Todo comenzó en abstractos”, dice, “más que una idea tenía ciertas nociones de qué quería hacer estéticamente”. Experimentó con una serie de fotos de personajes vistos desde ventanas, una exploración de lo privado y lo público. Luego surgió la idea de usar los fluidos, una idea que ya había explorado antes, “hacer de cosas como el vomito, las babas y el semen, que generalmente dan asco, algo estético”. Esto evolucionó a algo que ha recorrido su obra, la sexualidad, sus iconos y estereotipos. Después de concebir la idea, se fue al barrio San Victorino para comprar sangre falsa, bigotes postizos, serpentinas y un par de pelucas y luego viajo hasta su finca, con una maleta llena de tacones, tangas un par de brasieres que le prestó su mamá. Al llegar, los trabajadores de la finca no podían entender lo que estaba pasando. “Fue como irse de parche”, afirma Juan Danilo Zamora, quien lo acompañó durante todo el proceso y a quien Guillermo dedicó Corrupta, “trabajar con él fue lo máximo. Él se toma muy en serio su trabajo, pero en momentos en los que estaba con peluca y entaconado, ninguno de los dos podíamos aguantar la risa”. Guillermo tenía muy claro en su cabeza cómo quería sus fotos, desde la escenografía hasta el encuadre y las luces. Hubo fotos que salieron relativamente fácil; sin embargo, fotos como Johnny Trabis, en la que tenía que llenarse la boca de yougurt de fresa para que pareciera vomito, le tomó una noche entera para lograrla. Casi a las dos de la mañana, luego de varios litros de yougurt, el vomito que debía simular por poco se vuelve real. En la foto del travesti que orina en el pasto Guillermo tenía que espantarse las hormigas de las piernas entre foto y foto. “Pero igual el proceso artístico siempre es divertido. Intelectual y físicamente”.



Tiene síndrome de Rockstar, eso también lo dice sin ningún problema. “Lo sabía desde chiquito. Sabía que quería ser famoso y no me lo cuestionaba. Me encanta. Quiero la fama a toda costa.” No es de extrañarse que el autorretrato sea una de sus técnicas favoritas. Pero Guillermo no es un tipo arrogante, el hecho de que a sus 25 años ya haya expuesto más de una vez no lo ha convertido en el típico artista distante y con complejo de dios; él habla con orgullo de su trabajo, pero por momentos parecería que no se lo creyera del todo. Tiene un lema claro. Guillermo asegura que un artista siempre debe pensar que es el mejor en lo que hace, no con soberbia, “uno no puede creerse el mejor y no hacer nada”. El fracaso no lo desvela, no mucho. Por lo menos no ahora, pero antes el hecho de no tener la aprobación de todo el mundo le amargaba la existencia: “En quinto semestre tuve una crisis muy jarta. Me salí de la universidad. Me agarré con todo el mundo. No me gustaba mi facultad pero en realidad lo que me tenía mal era que no estaba feliz con mi trabajo en ese momento, estaba trancado, tenía un montón de taras técnicas”. Fue hasta esa crisis que Guillermo se encontró a si mismo como artista: “me calmé. Volví a la universidad y empezar otra vez me ayudó. Empecé a meterme a todos los concursos y muchas veces me dijeron que no”. Su novio dice que Guillermo es sensible con respecto al fracaso, pero que no deja de ser algo pasajero que no evoluciona a más.

Por estos días Guillermo vive en Nueva York, enamorado de Ikea y de Ugly Betty. Cuando se le pregunta por Corrupta él responde de manera tranquila y sobria que lo enorgullece, que está feliz con la aceptación que ha tenido; pero cuando se le pregunta por su apartamento habla con un orgullo casi desmedido. Cuando le dije que posiblemente iba a estar en Nueva York en diciembre me respondió que ojala nos pudiéramos ver para que lo conociera, “es lo máximo”. Juan Danilo Zamora dice que lo suyo no es el ambiente del artistoide bohemio de guitarra y chimenea; “a él lo que le interesa es su obra. Lo estético y practico”. Guillermo Riveros es un tipo comprometido con su trabajo y el ambiente artístico no lo desvela. Su única obsesión son sus fotos y sus ilustraciones (y vale la pena aclarar, si sus fotos le gustan sus ilustraciones lo van a dejar loco). Esto él lo tiene claro “uno se tiene que vender, eso es una realidad. Hay gente que se cree muy hippie y muy loca pero que no logra mucho a nivel nacional. Hay que venderse y la única forma de hacer eso es creerse el cuento uno mismo, si no nadie más se lo va a comer”. Ahora hace es auto-marketig en Nueva York porque en Colombia no pudo vender nada, “allá la gente todavía compra arte porque es decorativo, estético o por el nombre del artista. Tal vez un poco por los estragos que hizo el mundo mafioso en los ochentas y noventas”. Pero su visión de la cultura plástica colombiana no es del todo negativa. Guillermo afirma que poco a poco medios como la revista Arteria o Arcadia han logrado formar una mayor “cultura cultural”.

Pero paremos en seco un momento porque creo que estoy siendo evidente. Debería estar respondiendo la pregunta de quien es Guillermo y creo que no le he hecho del todo. Si me lo preguntan, en este momento, luego de hablar con él y la gente que lo rodea, contestaría que Guillermo es un travesti que orina en el pasto, un traqueto que derrama baba sobre la almohada, un niñito vomitado en el suelo. Guillermo es Corrupta. O mejor, Corrupta es él, pero multiplicado. Todos los chismes, los detalles, las obseciones y los gestos están ahí, en sus fotos. En el momento en que Guillermo decidió hacer este grupo de fotos me robó el trabajo de hacer su perfil. No hable con él ni con sus amigos si le interesa conocerlo. No. Lo que tiene que hacer es ver sus fotos y entenderá su manera de moverse y de hablar tan particular. Si quiere conocer el humor de Guillermo lo que tiene que hacer es ver Corrupta y ver como se ríe de la sexualidad, de los iconos gay y, en últimas, ver como se ríe de usted.

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