martes, 5 de febrero de 2008

El día en que el tiempo se detuvo: Bjork en Bogotá


Tratar de imaginarlo no le va a servir de nada. En serio. No pierda su tiempo, porque lo que sucede acá supera cualquier ejercicio de imaginación. No hay palabras. No hay imágenes. Lo que sucede acá no sucede en eventos que se relacionan y se desencadenan, así que concéntrese en el ritmo de su corazón, en olvidar el dolor en las piernas y el sudor que recorre su cuerpo. Olvide el calor y los empujones. Olvide la espera y las dos horas de fila que tuvo que hacer, porque en escena está ella, y está cantando que aquí es donde se queda, que esta es su casa.

You’ll meet an army of me

Es la primera vez que venía Bjork a Colombia, pero las cosas pintaban mal: en Lima había detenido el concierto para regañar a los asistentes por grabar el concierto con sus celulares y en argentina había tenido que soportar el genio junkie del no tan genio Charlie Garcia, quién le lanzó un vaso de whiskey en el lobby del hotel en el que se hospedaba. Bjork, según se dice, puede ser insoportable: En Tailandia, agredió a una reportera que sólo alcanzó a darle la bienvenida a Bangkok; Lars Von Trier, director de The Dancer in the dark protagonizada por Bjork, y Catherine Denueve, su co-protagonista, admitieron que trabajar con ella fue una experiencia terriblemente difícil; se dice que cambia continuamente de staff, que protege a sus hijos más de la cuenta. La duda estaba sembrada: ¿Y si Evenpro, quien trajo a la artista al país, no conseguía el agua japonesa que había pedido? ¿Y si se le ocurría ver el noticiero y le pareciera indignante tocar en una país de violencia y atropellos? ¿Y si simplemente estaba cansada y de mal genio, si el tráfico de la Avenida el Dorado la había hecho rabiar, si el frío le molestaba (No, eso no. Ella es de Islandia), y si un indigente había tratado de limpiar el vidrio de la van en la que la llevaban del Hotel hasta el Palacio de los Deportes y al decirle que no hubiera dejado el vidrio lleno de agua? Si, las personas como Bjork son impredecibles, malgeniadas y paranoicas, pero ella además tiene razones para serlo pues, en 1996, Ricardo López, un fan de la cantante, grabó casi 18 horas de video en las que insultaba a la cantante por no casarse con él. En el video López mostraba paso a paso como diseñaba una bomba que le envió por correo a Bjork, una bomba cuyo propósito no era matarla, sino desfigurarla con un chorro de acido. López, finalmente, se suicidó frente a la cámara y la policía encontró el video, lo que permitió interceptar el paquete. Lo que fuera a pasar en el concierto era una gran expectativa y hubo que esperar bastante. A las ocho los asistentes tuvieron que presenciar la desastrosa presentación de los teloneros, La Fabrica, un grupo caleño de garaje que nunca debió haber salido de ahí. Los caleños salieron abucheados de escena y empezó la espera. Casi media hora después de la presentación de La Fabrica, un representante de Evenpro salió a decir que Bjork había pedido 15 minutos antes de salir a escena. ¿Y si se había arrepentido? Todo el mundo aplaudió, como resignados.

We are the earth intruders

Durante casi 45 minutos, las miles de personas que ocupaban El Palacio miraban como varias personas llenaban el escenario con banderas. Las luces se apagaron. Una fila de diez mujeres entró a escena, maquilladas y cargando instrumentos metálicos, como extraterrestres invadiendo la tierra, eran las Wonder Brass. Tocaron una marcha militar/fúnebre/circense hasta llegar a la parte izquierda de escenario. Luego entraron dos DJ (entre ellos Marck Bell, quién a estas alturas es el único que siempre juega de titular en este equipo) y un baterista. Y entonces reventaron los sintetizadores y las luces y las gargantas. Bjork salió a escena vestida como con una bata que hacía recordar a una matrona Wayu y cantó esa primera canción como si fuera la última. Ya desde ese momento algo quedaba claro: Nadie había venido a este concierto por curiosidad, todas y cada una de las personas que allí estaban adoraban a Bjork, todas las personas que pagaron las boletas estaban viviendo este concierto como un sueño que nunca pensaron que se realizaría.

Emotional Landscapes

Para la tercera o cuarta canción las dudas habían desaparecido: Bjork había venido a Bogotá a darla toda. Ella recorrió todo el escenario, dando brincos, bailando, gritando palabras en español. La primera media hora del concierto fue energía pura; con canciones como Pluto y Army of me Bjork hizo que el Palacio se convirtiera en una ola de cabezas que saltaban al unísono de los beats de Marck Bell. El calor era insoportable y la única persona que parecía no notarlo era ella, entre canción y canción se relamía con la lengua el sudor de los labios y tomaba agua. Entonces sonó el octeto de cuerdas que componen la introducción de Jóga, era tiempo de relajarse, de quedarse callado y ver lo que sucedía en el escenario, de ver como de ese cuerpecito menudo salía un vozarrón que estremecía todo el lugar, de grabar como una foto cada una de la muecas que hace Bjork al cantar. Canciones como esta y Unravel fueron un respiro dentro de la descarga eléctrica de adrenalina que hubo en el Palacio. Bjork cantó canciones nuevas y viejas y el público reventaba en aplausos cada vez que tenía la oportunidad.

Declare independence and raise your flag!

Había pasado casi hora y media y quiénes menos cansancio mostraban eran los que estaban en escena. Entonces las luces se apagaron y todos sabíamos que esta sería la última canción. Era la tercera de los encores, todos sentíamos que era la última canción en las piernas y en los brazos. Una voz histérica se oyó: “Viv.. viva la.. ¡Viva la Revolución!”. Declare Independence, canción con la que se cierra Volta, invadió el espacio y su ritmo hecho de ruidos y disonancias hizo que todos usaran la poca energía que les quedaba en el cuerpo para saltar. El mensaje era claro, Bjork ya no cantaba sino que gritaba, como exigiendo algo: “Declare independence! Start you own currency! Make your own stamp! Protect your lenguage!” Todos saltaban todo lo que sus cuerpos se los permitía pero para Bjork nada era suficiente, con sus manos empezó a pedir más emoción, más energía. Todos hicieron caso. Entonces llegó el coro “Make your own flag! And raise your flag!” y la miles de personas respondían “Higher! Higher!”. En ese momento Bjork se acercó al borde del escenario y recogió una bandera de Colombia de suelo y la empezó a bandear por el aire. Esto seguramente pasa en todos los países en los que se ha presentado pero en Colombia no podía pasar inadvertido. La gente se convirtió en un solo alarido de emoción y las heridas de este país ensangrentado parecieron sanarse por un instante, porque en escena Bjork se había escondido detrás de esa bandera (Nuestra bandera). Todos cantaban con furia “Raise your Flag! Higher! Higher!” mientras una bandera tricolor daba saltos en la tarima.


This is where I’m staying, this is my home

Lo que sucedió ese 17 de noviembre en el Palacio de los Deportes es imposible de imaginar, así que concéntrese en el ritmo de su corazón, aurículas que se abren y ventrículos que se cierran. Olvide el dolor insufrible en las rodillas a causa de hora y media de saltos y baile. Para entender lo que pasó en el primer concierto de Bjork en Colombia tiene que sentir la sensación contraria al Deja-vu (¿Jamais-vu?). No hay palabras o imágenes, nada es familiar, así que deje que su cuerpo se balancee de un lado a otro, lento, muy lento; porque en escena está Bjork y detrás suyo hay diez mujeres tocando trompetas, tubas, trombones y cornos. Y ella está cantando una de sus canciones más tranquilas pero más poderosas: The Anchor Song. Si quiere saber lo que pasó ese día, no trate de imaginarlo, lo que tiene que hacer es sentir en sus oídos y en su cuerpo como miles de personas cantan con la garganta echa llamas a la par de la cantante islandesa el coro de la canción: “I drop my anchor, this is where I’m staying, this is my home”; y sienta como el tiempo se detiene, se inmortaliza, se vuelve cíclico y circular. Porque en ese momento muchos dejaron caer el ancla y se dijeron a si mismos “aquí es donde me quedo, este es mi hogar”.

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